Perseida

Absorto y agitado la encuentra envuelta en una nube de polvo suspendida en el aire,  soplándole la nuca, discurriendo las batallas y desagravios presentes por el cuello intentando precipitarse hasta las rodillas del pasado, que ha intentado doblegarle.
Es el aire templado y frio a la vez de ella, el que desconocido le vence y estira, deshaciendo a su paso el arco excitado que en su acierto, mulle todas sus aristas hasta que se ondulan.

Pretendido se gira alado y la envuelve con sus piernas para rozarla en extensión,  mientras ella encendida,  le sonrie encogida entre las plumas de sus labios que le susurran notas y lágrimas saladas que le inundan el pecho, acelerando aún más su agitación.
Cómo esperar un encuentro si el sino, se deshace repentino ante el calor que lo embriaga, lo quema y arde por dentro. Por qué no esperarlo si es en el sentido hondo e impaciente, donde se recibe la arena más deseada que empapa y clarifica el agua.

No existe la espera entonces, cuando los latidos son desmedidos y en la conexión se disparan. El deseo raudo y pronto supera el sentir  lento, añojo y ambulante que muere en la envidia de no saborear el placer intuido, aún cuando se muestra  radiante y visible. Sólo el roce de la pluma dispara en minutos lo que se espera en años vividos. 

Se gira entonces sin descanso, envuelta en la lluvia que ahora la inunda, desfallecida en el espasmo y entregada al encanto y es,  el ya inhalado el que la discurre y enfría ahora la espalda rozando de nuevo la ya disuelta, recogiéndola en besos ya saboreados, esperando impaciente que vuelva a rebelarse el placer del encuentro fortuito para disfrutar otra vez de la lluvia en sintonía.
 No se duda, ni se habla, ni se pregunta cuando el swift te roza y se desliza en un latido conocido, uno es suficiente para rasgar el  infinito en dos, abriendo paso a lo posible en grados deseado.

 Cris.

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