Encuentro en creciente

Si, ahí está ella, sentada en una silla observándole, sus gestos, sus manos, su boca, su pelo. Él levanta la vista un instante para pasar de página, estaba leyendo. Mientras ella de espaldas,  sentada con las piernas apretadas,  nota como el calor le sube por las rodillas hasta partirle las ingles...Escucha el sonido de una llave que le roza el oido y en ese instante nota como el calor de las yemas de unos dedos invisibles,  suben por las escaleras de su columna,  pero no los ve. Sin mediar palabra se da la vuelta, se desliza por la silla y se encuentra con él. No habla, no mira, no canta...sólo revela el calor del encuentro, el deseo se apodera de ella y no lo piensa, no tarda ni un segundo y se dispone a lamerla, retorcerla con su lengua hipotecada, chuparla hasta dejarla ahorcada en su intento, seguirla, recorrerla hasta el infinito en vertical, mientras su color rosado invade sus pupilas llamándola,  incesante. Sus labios no se despiden hasta verla dentro de sí. No hay tregua para el estallido y es ahí donde la excitación se deja vencer, se da sosiego para volver a empezar en su boca, saboreando su lengua dilatada de emociones que quiere compartir. En ese momento no hay tiempo para pensar, ni dudar, sólo se habla en lengua, en labios, en besos húmedos. La saliva recorre cada uno de los pliegues de su mástil. Él es un barco a la deriva que quiere deshacerse de todo el agua que inunda su cámara, pero no se puede gobernar lo que no tiene timón. En ese momento ya nada importa, sólo el calor del agua turbia y fresca recorre la comisura, los pechos y discurre hasta el ombligo, deseando tocar el lugar donde se aloja la candente,  que está esperando que la inunden y que la liberen ...
Sin pensar en el desahucio de sus dilatados labios, se desborda en su interior donde descansa durante un instante de sosiego. Dos convergen en uno y es uno el que comienza a bailar el vals, relajado y sin prisa. La sostiene con sus brazos mientras su verga sigue en ella, la besa sumergiéndose en cada poro, la muerde, la acaricia con la lengua los otros que piden más calor mientras ella...
le canta al oido un dulce cuento de azúcar, una historia de fuerza, de pasión desmedida y sin condiciones, de savia de futuro propio y todo vuelve a comenzar. El reloj de arena se vuelca y vuelve a drenar tiempo.


Cris.

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