“La vida del sabio no es sino un acuerdo con los movimientos del cielo; la muerte, una faceta de la ley universal del cambio. Si descansa, comparte los ocultos poderes del Yin; si trabaja, se mece en el oleaje del Yang. No busca ganancias y es invulnerable a las pérdidas; responde sólo si le preguntan; se mueve, si lo empujan. Olvida el saber de los libros y los artificios de los filósofos y obedece al ritmo de la naturaleza. Su vida es una barca que conducen aguas indiferentes y límpidas, sin nada extraño que las obscurezca; aguas tranquilas y libres, sin  nada que las agite; pero si algo las obstruye, dejan de fluir, se encrespan y pierden su transparencia. Como el agua es el hombre y sus poderes naturales, y su muerte, un reposo sin orillas.”


“Lo único que no debemos hacer es entrometernos con el corazón de los hombres. El hombre es como una fuente; si la tocas, se enturbia; si pretendes inmovilizarla, su chorro será más alto… Un caballo salvaje que nadie doma: eso es el hombre. El primer entrometido fue el Emperador Amarillo, que enseñó la virtud y la benevolencia. Los sabios Yao y Shun trabajaron para el emperador hasta perder los pelos de las canillas, se rompieron el alma con incesantes actos de bondad y justicia; se exprimieron los sesos para redactar innumerables proclamas y leyes. Nada de esto mejoró a la gente.[…] De ahí en adelante, el satisfecho desconfió del descontento, y a la inversa. El inteligente menospreció al tonto, y a la inversa; los charlatanes y los hombres honrados intercambiaron injurias y amenazas. La decadencia se hizo universal […] Todo tuvo que ser cortado y aserrado conforme a un modelo fijo, dividido donde la línea de tinta lo señalaba, triturado a golpe de cincel y martillo, hasta que el mundo entero se convirtió en incontables fragmentos. Caos y confusión ¡Y todo esto sucedió por inmiscuirnos en el alma de los hombres!”

Chuang Tzu

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