Una
de las características de los viajeros es la de perderse para
encontrarse. De repente vas caminando por un lugar, sitio o zona y la
vista se centra en una imagen que, sin saber por qué, emite un impulso
al cerebro que te invita a parar... y avanzar.
Son los ojos los que te llevan de la mano y paras, observas, centras en
un punto o en varios todos tus sentidos, respiras y disfrutas de ese
espacio que por un momento parece inventado sólo para una misma. En ese
instante desaparecen todos los problemas, las dudas, las tristezas, los
malos recuerdos; afloran las mejores sensaciones, te sube un calor
orgásmico muy difícil de explicar pero muy agradable de sentir... Es ese
momento en el que las pestañas se baten como las alas de una libélula
para limpiar la imagen que acabas de descubrir; tan simple como eso. Es
el momento en el que te pierdes, no piensas, simplemente te pierdes y
vuelves a nacer de nuevo para continuar descubriendo y buscando otro
momento como ese. Un beso del espacio que desaparece en la boca, se
aloja en la neurona y descansa en el fuego del recuerdo.
Cris
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